jueves, 16 de agosto de 2012

LA VERDAD SUPREMA


El Amo y Motor de nuestras obras es el Uno,
el Universal y Supremo,
el Eterno e Infinito.

Es el trascendente Absoluto desconocido e incognoscible,
el Inefable inexpresado e inmanifestado
por encima de nosotros.

Pero también es el Yo de todos los seres,
el Amo de todos los mundos,
que trasciende toda la existencia,
la Luz y la Guía,
el Omni-Bello y Omni-Bienaventurado,
el Amado y el Amante.

Es el Espíritu Cósmico
y toda esta Energía creadora que nos rodea;
es el Inmanente que está dentro de nosotros.

Todo cuanto existe es él,
y es el Más de todo lo que es,
y nosotros mismos,
aunque no lo sepamos,
somos ser de su ser,
fuerza de su fuerza,
conscientes de una conciencia derivada de la suya;
hasta nuestra existencia mortal
está hecha con su sustancia
y dentro de nosotros hay un inmortal
que es chispa de la Luz y Bienaventuranza
que existe eternamente.

Sin tener en cuenta si lo es por conocimiento,
obras,
amor
o cualquier otro medio,
tomar conciencia de esta verdad de nuestro ser,
realizarla
y hacerla efectiva
aquí
o en otra parte
es el objeto de todo el Yoga (autoconocimiento, crecimiento, despertar, evolución..., el objetivo de la vida).


Sri Aurobindo - Síntesis del Yoga, Libro I - Capítulo XI






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LA MENTE, CREACIÓN Y MOTOR DE LA NATURALEZA


Una vez que el sadhaka (aprendiz) se abstrae de la acción de Prakriti (Naturaleza) dentro de él o sobre él y, sin interferencia, corrección, inhibición, elección ni decisión, consentido su juego y analizado y observado el proceso, pronto descubre que las modalidades de aquélla son autodependientes y trabajan mediante su propia estructura y fuerzas propulsoras, como funciona una máquina una vez puesta en movimiento. La fuerza y la propulsión provienen de Prakrití y no de la criatura.

Entonces comprende qué equivocada era su impresión de que su mente era la hacedora de sus obras; su mente era tan sólo una pequeña parte de él y una creación y motor de la Naturaleza. La naturaleza actuaba todo el tiempo según su modalidad haciendo girar las tres cualidades generales como una niña podría jugar con sus muñecas.

Todo el tiempo su ego fue herramienta y juguete; su carácter e inteligencia, sus cualidades morales y poderes mentales, sus creaciones, obras y hazañas, su ira y paciencia, su crueldad y misericordia, su amor y su odio, su pecado y su virtud, su luz y su oscuridad, su pasión jubilosa y su pesarosa angustia fueron el juego de la Naturaleza al que el alma atraída, conquistada y sometida, prestó su concurrencia pasiva.

Pero el determinismo de la Naturaleza o la Fuerza no es todo; el alma tiene que decir una palabra al respecto -pero el alma secreta, el Purusha, no la mente ni el ego, puesto que éstas no son entidades independientes, sino partes de la Naturaleza-.

Es menester que el alma autorice el juego y mediante una silenciosa voluntad interior, como señora y sancionadora pueda determinar el principio del juego, interviniendo en sus combinaciones, aunque la ejecución pensante, volitiva, activa e impulsiva deba ser todavía parte y privilegio de la Naturaleza.

Purusha puede dictar una armonía para que la ejecute la Naturaleza, no mediante interferencia en sus funciones sino mediante consciente respeto hacia ella, transmutándola de inmediato o, después de muchas dificultades, en idea transmisora, ímpetu dinámico y figura significativa.


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viernes, 10 de agosto de 2012

Humanos, lo que sabemos y lo que no sabemos

En este proceso y en una primera etapa es evidente que lo que sabemos de nosotros mismos y de nuestra existencia actual, es sólo formación representativa, actividad superficial, mutable resultado externo de una vasta masa de existencia oculta.

Nuestra vida visible y las acciones de esa vida no son más que una serie de expresiones significativas, pero lo que trata de expresar no está en la superficie; nuestra existencia es algo mucho mayor que este aparente ser frontal que suponemos nosotros que es y que suponemos del mundo que nos rodea.

Este ser frontal y externo es una confusa amalgama de formaciones mentales, movimientos vitales y funciones físicas de las que hasta un análisis exhaustivo de sus partes componentes y maquinaria no llega a revelar todo el secreto. Sólo cuando vamos por detrás, por debajo y por arriba de los ocultos trechos de nuestro ser, podemos conocerlo; el escrutinio y manipulación superficiales, más completos y agudos, no pueden darnos la comprensión verdadera ni el control completamente efectivo de nuestra vida, de sus finalidades ni actividades; en verdad, esa incapacidad es la causa del fracaso de la razón, de la moralidad y de toda otra acción superficial para controlar, liberar y perfeccionar la vida de la raza humana. Pues hasta debajo de nuestra más oscura conciencia física hay un ser subconsciente en el que, como base que cubre y sostiene, se halla toda suerte de semillas escondidas que brotan, incontablemente para nosotros, en nuestra superficie y en la que constantemente arrojamos nuevas semillas que prolongan nuestro pasado e influirán en nuestro futuro -un ser subconsciente, oscuro, pequeño en sus movimientos, caprichosa y casi fantásticamente subracional, pero de inmensa potencia para la vida terrena.

Además, detrás de nuestra mente, de nuestra vida y de nuestra conciencia física hay una gran conciencia subliminal, hay ámbitos físicos interiores mentales, interiores-vitales, e interiores más sutiles sustentados por una existencia psíquica recóndita que es el alma conectora con todo el resto; y en estos ámbitos ocultos reside también una masa de numerosas personalidades preexistentes que suministran el material, las fuerzas motoras y los impulsos de nuestra existencia superficial en desarrollo. Pues en cada uno de nosotros puede haber aquí una persona central, pero también una multitud de personalidades subordinadas creadas por la historia pasada de su manifestación o por la expresión de ella en estos planos interiores que sostienen su juego actual en este cosmos material externo.

Y mientras en nuestra superficie estamos segregados de todo cuanto nos rodea, excepto a través de nuestra mente y contacto sensorio exteriores que liberan una pequeña porción nuestra al mundo, o del mundo a nosotros, en estos ámbitos interiores la barrera entre nosotros y el resto de la existencia es delgada y se rompe con facilidad; allí sentimos a la vez -no inferimos meramente de sus resultados, sino que sentimos directamente- la acción de las fuerzas mundanas secretas, de las fuerzas mentales, de las fuerzas vitales y de las sutiles fuerzas físicas que constituyen la existencia universal e individual; hasta seremos capaces, si lo queremos y nos preparamos para ello, de echar mano sobre estas fuerzas mundanas que se lanzan sobre nosotros o que nos rodean, y de controlarlas cada vez más o, al menos, modificar vigorosamente su acción sobre nosotros y los demás, y sus formulaciones y movimientos.

Empero, por encima de nuestra mente humana hay ámbitos aun mayores, superconscientes para ella, y de allí descienden secretamente: influencias, poderes y contactos que son aquí los determinantes originales de las cosas y, si se los convocase en su plenitud, podrían alterar por completo la factura y economía totales de la vida en el universo material.

Toda esta experiencia y conocimiento latentes, la Fuerza Divina que trabaja en nosotros, mediante nuestra apertura hacia ella en el Yoga integral, nos revela progresivamente, usa y estructura las consecuencias como medios pasos hacia una transformación de todo nuestro ser y naturaleza. De ahí en más, nuestra vida ya no es una pequeña marejada superficial sino interpenetrante, si es que no es coincidente con la vida cósmica. Nuestro espíritu y nuestro yo surgen no sólo a una identidad interior con algún amplio Yo cósmico sino también a algún contacto con lo que está más allá, aunque consciente de la acción del universo y dominante con respecto a ella.



Sri Aurobindo - Síntesis del Yoga, Libro I





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Condiciones indispensables para la revolución interior

En primer lugar,
la vida tal cual es se trata de un movimiento del deseo y construyó en nosotros,
como su centro,
un alma del deseo
que refiere a sí misma todos los movimientos de la vida,
poniendo en ellos su propio matiz y dolor perturbados de esfuerzo ignorante,
semiencendido y frustrado.
Para una vida divina,
el deseo debe ser abolido
y reemplazado por un poder-motor más puro y firme,
el alma atormentada del deseo debe ser disuelta y,
en su lugar,
debe emerger la calma, fortaleza y felicidad de un verdadero ser vital
actualmente oculto dentro de nosotros.

Seguidamente,
la vida tal cual es,
constituye principalmente sierva y cómplice del impulso vital ignorante,
pero también,
en parte,
su guía y mentora torpe y no demasiado luminosa ni competente;
para una vida divina,
la mente y el impulso vital
no deben ser otra cosa que instrumentos
y el ser psíquico recóndito (entendemos el Purusha, el quieto, el Testigo observador...)
debe ubicarse como guía del sendero
y señalador de una orientación divina.

Por último,
la vida tal cual es
se vuelca hacia la satisfacción del ego separativo;
el ego debe desaparecer y reemplazarse por la persona verdaderamente espiritual,
por el ser central,
y la vida misma debe volcarse hacia el logro de la Divinidad en la existencia terrestre;
debe sentir una Fuerza Divina que despierta dentro de ella,
convirtiéndose en obediente instrumentación de su propósito.

Sri Aurobindo - Síntesis del Yoga, Libro I






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miércoles, 1 de agosto de 2012

Desarrollados en lo externo, primitivos en lo interno

La práctica del Yoga Integral
nos pone frente a frente
con la extraordinaria complejidad de nuestro ser,
con la multiplicidad estimulante pero,
también embarazosa de nuestra personalidad,
la rica confusión interminable de la Naturaleza.

Para el hombre común
que vive en su propia vigilia superficial,
ignorante de las profundidades y vastedades del yo detrás del velo,
su existencia psicológica es medianamente simple:
Una pequeña pero clamorosa compañía de deseos,
algunos imperativos anhelos intelectuales y estéticos,
algunos gustos,
unas pocas ideas rectoras
o destacadas en medio de una gran corriente de pensamientos inconexos,
o mal conectados y en su mayoría triviales,
una cantidad de necesidades vitales más o menos imperativas,
alternancias de enfermedad y salud físicas,
una sucesión dispersa e inconsecuente de dichas y pesares,
de frecuentes trastornos y vicisitudes menores,
y más raras y fuertes búsquedas y rebeldías mentales o corporales,
y a través de eso toda la Naturaleza,
en parte con la ayuda de su pensamiento y voluntad,
en parte sin ellos
o a pesar de ellos,
disponiendo estas cosas en una forma toscamente práctica,
en un tolerable orden desordenado,
este es el material de su existencia.

El ser humano común,
en su existencia interior,
es tan burdo e indesarrollado como lo fue el pasado hombre primitivo en su vida externa.

Pero tan pronto profundizamos en nosotros mismos
-y el Yoga significa sumergirse en todas las múltiples profundidades del alma-,
nos hallamos subjetivamente,
como el hombre en su evolución se descubrió objetivamente,
rodeados por un mundo totalmente complejo
al que tenemos que conocer y conquistar.

Sri Aurobindo - Síntesis del Yoga, Libro I




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Objetivo del Yoga Integral

Conocer, ser y poseer lo Divino (Uno, Unidad) es lo único necesario

Todas las cosas están en la Naturaleza
y todas las cosas están en Dios.
Pero, para fines prácticos, hay una distinción real.

La Naturaleza inferior, la que conocemos y somos y que debe seguir siendo tanto como no varíe nuestra fe,
actúa a través de la limitación y la división,
es de la naturaleza de la Ignorancia y culmina en la vida del ego;
pero la Naturaleza superior,
a la que aspiramos,
actúa por unificación y trascendencia de la limitación,
es de la naturaleza del Conocimiento y culmina en la vida divina.

El pasaje de lo inferior a lo superior es el objetivo del Yoga,
y este pasaje puede efectuarse
mediante el rechazo de lo inferior escapando hacia lo superior
-el punto de vista ordinario-,
o mediante la transformación de lo inferior
y su elevación a la Naturaleza superior.
Más bien éste debe ser el objetivo del Yoga integral.

SRI AUROBINDO 
SÍNTESIS DEL YOGA - Parte Primera - YOGA DE LAS OBRAS DIVINAS


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