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Mas puede cuestionarse si nuestros sueños son en verdad totalmente reales o sin significado, si no son una figura, una imagen o una trascripción o representación simbólica de cosas que son reales. Para eso hemos de examinar, aunque sea someramente, la naturaleza del sueño y los fenómenos oníricos, su proceso de originación y su proveniencia. Lo que sucede en el sueño es que nuestra conciencia se retira del campo de sus experiencias en vigilia; se supone que descansa, está suspendida o vacante; pero ese es un criterio superficial del asunto. Las que están vacantes son las actividades de vigilia, lo que descansa es la mente superficial y la normal acción consciente de nuestra parte corporal; pero la conciencia interior no está suspendida, entra en nuevo accionar interior, del cual recordamos solamente una parte que sucede o se registra en algo nuestro que está próximo a la superficie. Se mantiene en sueños, cerca de la superficie, un oscuro elemento subconsciente que es receptáculo o pasaje de nuestras experiencias oníricas, que es también un elaborador-de-sueños; pero detrás de él está la hondura y masa de lo sublimal, la totalidad de nuestro interior y oculto ser y conciencia que es de muy distinto orden. Normalmente es una parte subconsciente en nosotros, intermedia entre la conciencia y la pura inconciencia, que proyecta a través de este estrato superficial sus formaciones a modo de sueños, construcciones marcadas por una aparente inconsecuencia e incoherencia. Muchas de éstas son fugitivas estructuras construidas sobre circunstancias de nuestra vida actual seleccionadas aparentemente al azar y rodeadas de una fantasía variable; otras retornan al pasado o más bien a circunstancias y personas seleccionadas del pasado, como punto de partida de similares edificios efímeros. Hay otros sueños del subconsciente que parecen ser pura fantasía sin ninguna iniciación ni base; pero el nuevo método de psicoanálisis, al procurar considerar, por primera vez, nuestros sueños con cierto género de comprensión científica, ha establecido en ellos un sistema de significados, una clave de las cosas nuestras que deben conocerse y manejarse mediante la conciencia en vigilia; esto, por sí, modifica el carácter y valor totales de nuestra experiencia onírica. Empieza a presentarse como si hubiese algo real detrás de eso y como si también ese algo fuese un elemento de alguna importancia práctica.
Pero el subconsciente no es nuestro único elaborador-de-sueños. El subconsciente en nosotros se halla en el límite extremo de nuestra secreta existencia interior donde encuentra al Inconsciente, es un grado de nuestro ser en el que el Inconsciente pugna dentro de una semi-conciencia; la conciencia física superficial también, cuando cae del nivel de vigilia y se retrotrae hasta el Inconsciente, se recoge en esta subconciencia intermedia. 0, desde otro punto de vista, esta parte inferior nuestra puede describirse cómo la antecámara del Inconsciente a través de la cual sus formaciones ascienden a nuestro ser en vigilia o nuestro ser sublimal. Cuando dormimos y nuestra superficial parte física, que en su primer origen es aquí producto del Inconsciente, cae en la originadora inconciencia, ingresa en este elemento, antecámara o substratum subconsciente, y descubre allí las impresiones de sus hábitos pasados o persistentes de la mente y las experiencias, -pues todo ha dejado su huella en nuestra parte subconsciente y tiene allí poder de recurrencia. En su efecto sobre nuestro yo en vigilia, esta recurrencia a menudo toma la forma de una reafirmación de viejos hábitos, de impulsos dormidos o suprimidos, de rechazados elementos de la naturaleza, o se presenta como un resultado no tan discernible, como algún resultado peculiar, disfrazado o sutil, de estos impulsos y elementos suprimidos y rechazados pero no borrados. En la conciencia onírica, el fenómeno es una construcción aparentemente fantasiosa, un compuesto de figuras y movimientos armados sobre o en torno de las inhumadas impresiones con un sentido que escapa a la inteligencia en vigilia porque carece de la clave del sistema de significados del subconsciente. Tras un tiempo, esta actividad subconsciente parece hundirse en una completa inconciencia y hablamos de este estado como de profundo sueño inonírico; de ahí emergemos nuevamente en la superficie onírica o retornamos a la superficie de vigilia.
Pero de hecho, en lo que llamamos sueño inonírico, hemos ingresado en un estrato más profundo y más denso del subconsciente, un estado demasiado involucionado, demasiado inmerso y demasiado oscuro; opaco y pesado para traer a la superficie sus estructuras, y allí soñamos pero somos incapaces de captar o retener en el estrato registrador de la subconciencia estas más oscuras figuras oníricas. O, puede ser, que la parte de nuestra mente, aún activa en el sueño del cuerpo haya ingresado en dominios interiores de nuestro ser (el mental sublimal, el vital sublimal, el sutil-físico) y esté allí perdida a toda conexión activa con nuestras partes superficiales. Si estamos aún en las más próximas profundidades de estas regiones, el subconsciente superficial que es nuestra vigilia-en-el-sueño registra algo de lo que experimentamos en estas profundidades; pero lo registra en su propia transcripción, a menudo desfigurada por incoherencias características y siempre, incluso cuando resulta más coherente, deformada o plasmada en figuras tomadas del mundo de la experiencia en vigilia. Pero si hemos profundizado más, en lo interior, el registro falla o no puede recuperarse y tenemos la ilusión de inoniricidad; mas la actividad de la conciencia onírica interior continúa detrás del velo de la ahora muda e inactiva superficie subconsciente. Esta continuada actividad onírica se nos revela cuando devenimos más interiormente conscientes, pues entonces entramos en conexión con el estrato subconsciente más pesado y profundo, y podemos tomar conciencia --en el momento o mediante un volver atrás o una recuperación a través de la memoria- de lo que sucedió cuando nos hundimos en estas aletargadas profundidades. Es posible también tomar una conciencia más profunda dentro de nuestros yoes sublimales y entonces captamos las experiencias en otros planos de nuestro ser o incluso en mundos suprafísicos para los que el sueño nos da un derecho de entrar secretamente. Nos alcanza una transcripción de tales experiencias; pero el transcriptor no es aquí el subconsciente, es el sublimal, un elaborador-de-sueños mayor.
Si el sublimal llega así frente a nuestra conciencia onírica, hay a veces una actividad de nuestra inteligencia sublimal, --el sueño se convierte en una serie de pensamientos, a menudo extraña o vivamente figurados, se resuelven problemas que nuestra conciencia en vigilia no podría resolver, las advertencias, las premoniciones, las indicaciones del futuro, los sueños verídicos reemplazan a la normal incoherencia subconsciente. Puede producirse también una estructura de imágenes simbólicas, algunas de carácter mental, algunas de naturaleza vital: las primeras son precisas en sus figuras, claras en su significado; las últimas, son con frecuencia complejas y frustrantes para nuestra conciencia en vigilia, pero, si podemos captar la clave, revelan su propio sentido y peculiar sistema de coherencia. Finalmente, pueden presentársenos los registros de sucesos vistos o experimentados por nosotros en otros planos de nuestro propio ser o del ser universal en el que ingresamos: estos tienen a veces, como los sueños simbólicos, fuerte implicancia sobre nuestra vida interior y exterior y sobre la vida de los demás, revelan elementos del ser mental y vital nuestro y de los demás, o revelan en ellos influencias de las que nuestro yo en vigilia es totalmente ignorante; pero a veces no tienen tal implicancia y son puros registros de otros sistemas organizados de la conciencia, independientes de nuestra existencia física. Los sueños subconscientes constituyen la masa de nuestra más ordinaria experiencia onírica y son los que usualmente recordamos; pero a veces, el constructor subliminal es capaz de impresionar lo suficiente nuestra conciencia onírica como para estampar sus actividades en nuestra memoria en vigilia. Si desarrollamos nuestro ser interior, si vivimos más interiormente que la mayoría de los hombres, entonces el equilibrio se modifica y se abre ante nosotros una mayor conciencia onírica; nuestros sueños pueden tomar carácter subliminal y no ya subconsciente y pueden asumir realidad y significado.
Es incluso posible llegar a ser totalmente consciente en el sueño y seguir integralmente desde el principio al fin o en grandes trechos las etapas de nuestra experiencia onírica; se descubre entonces que tenemos conciencia de nuestro paso de un estado a otro de la conciencia hasta un breve período de descanso exento de sueños, luminoso y pacífico, que es el restaurador verdadero de las energías de la conciencia en vigilia, y luego, retornando por el mismo camino a la conciencia en vigilia. Es normal, cuando así pasamos de un estado a otro, dejar que las experiencias previas escapen de nosotros; al regresar sólo se recuerdan las más vívidas o aquellas más próximas a la superficie en vigilia: pero esto puede remediarse, -es posible una mayor retención o puede desarrollarse el poder de retornar con la memoria de sueño en sueño, de estado en estado, hasta que todo se halla una vez ante nosotros. Es posible un conocimiento coherente de la vida onírica, aunque difícil de alcanzar o mantener.
Nuestro yo subliminal no es, como nuestro superficial ser físico, un resultado de la energía del inconsciente; es lugar de reunión de la conciencia que emerge desde abajo por la evolución y de la conciencia que ha descendido de lo alto por la involución: Esta existencia interior es el origen oculto de casi todo en nuestro yo superficial que no es construcción de la primera Energía-deI-mundo inconsciente o desarrollada función natural de nuestra conciencia superficial o reacción de -ella a los impactos de la universal Naturaleza exterior, -e incluso en esta construcción, en estas funciones, en estas reacciones lo subliminal toma parte y ejerce en ellos considerable influencia. Aquí hay una conciencia que tiene un poder de contacto directo con lo universal a diferencia de la mayoría de los contactos indirectos que nuestro ser superficial mantiene con el universo a través de la mente sensoria y los sentidos. Hay aquí sentidos interiores vista, tacto, oído subliminales; pero estos sentidos sutiles son antes canales de la directa conciencia de las cosas del ser interior que sus informantes: lo subliminal no depende de sus sentidos para su conocimiento, ellos sólo dan una forma a su experiencia directa de los objetos; ellos, tanto como en la mente en vigilia, transmiten formas de los objetos para la documentación de la mente o como punto de partida o base para una experiencia constructiva indirecta. Lo subliminal tiene derecho a ingresar en los planos mental, vital y sutil-físico de la conciencia universal, no está confinado en el plano material y el mundo físico, posee medios de comunicación con los mundos del ser que el descenso en la involución creó en su pasaje y con todos los planos o mundos correspondientes que pueden haber surgido y haber sido construidos para servir al propósito del reascenso desde la Inconciencia a la Superconciencia. Es dentro de este gran reino de la existencia interior que nuestra mente y ser vital se retiran al apartarse de las actividades superficiales ya sea por sueño, concentración interior o fusión interior de trance.
Nuestro estado de vigilia no sabe de su conexión con el ser subliminal, aunque recibe de él -pero sin conocimiento alguno del lugar de origen- las inspiraciones, intuiciones, ideas, sugestiones volitivas, sugestiones sensorias, impulsos de acción que surgen desde abajo y detrás de nuestra limitada existencia superficial. El sueño como trance nos abre la puerta de lo subliminal; pues en el sueño, como en el trance, nos retiramos detrás del velo de la limitada personalidad en vigilia y es detrás de este velo que lo subliminal tiene su existencia. Pero recibimos los registros de nuestra experiencia onírica a través del sueño y en las figuras del sueño y no en ese estado que podría llamarse vigilia interior y que es la forma más accesible del estado de trance, ni a través de claridades supernormales de la visión y otros medios más luminosos y concretos de comunicación, desarrollados por la interior cognición subliminal que entra en habitual u ocasional conexión consciente con nuestro yo en vigilia. Lo subliminal, con lo subconsciente como anexo de sí, -pues lo subconsciente es también parte de la entidad detrás-del-velo-, es el vidente de las cosas interiores y de las experiencias suprafísicas; lo subconsciente superficial es sólo un transcriptor. Es por esta razón que el Upanishad describe al ser subliminal como Yo Onírico porque es normalmente en los sueños, visiones, absortos estados de la experiencia interior que entramos y somos partes de sus experiencias, -así como describe al superconsciente como Yo del Sueño porque normalmente todas las experiencias mentales o sensorias cesan cuando entramos en esta superconciencia. Pues en el trance más profundo en el cual el contacto del superconsciente asume nuestra mentalidad, normalmente no puede alcanzarnos ningún registro ni transcripción de su contenido; es sólo mediante un desarrollo especial o inusual, en un estado supernormal o a través de interrupción o escisión de nuestra normalidad confinada que podemos estar en lo consciente superficial de los contactos o mensajes de la Superconciencia. Pero, a pesar de estos nombres figurativos de estado onírico y estado de sueño, el campo de ambos estados de la conciencia fue claramente considerado como campo de la realidad no menos que el del estado de vigilia en el que nuestros movimientos de la conciencia perceptiva son registro o transcripción de las cosas físicas y de nuestros contactos con el universo físico. Sin duda, todos estos tres estados pueden ser clasificados como partes de una ilusión, nuestras experiencias de ellos pueden ordenarse juntas como construcciones de una conciencia ilusoria de nuestro estado de vigilia no menos ilusorio que nuestro estado onírico o de sueño, dado que la única verdad verdadera o realidad real es el incomunicable Yo o Existencia-Única (Arman, Adwaita ) que es el cuarto estado del Yo descrito por el Vedanta. Pero es igualmente posible considerarlos y ordenados juntos como tres diferentes órdenes de la Realidad única o como tres estados de la conciencia en los que está corporizado nuestro contacto con los tres diferentes grados de la auto-experiencia y la experiencia-del-mundo.
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LA VIDA DIVINA
Libro II
La Conciencia Infinita y la Ignorancia
Fragmento del Capítulo V
LA ILUSIÓN CÓSMICA: MENTE SUEÑO Y ALUCINACIÓN